Tequila y dulces para morir.
San Salvador, El Salvador. Marzo 2001
Mi nombre es
Raúl Acosta, soy periodista o al menos hay un titulo polvoriento colgado en
alguna pared que afirma que lo soy. Solía trabajar para AP como corresponsal en
centro américa. En mi ultima misión me quede varado en El Salvador en el
corazón del Istmo, esta es mi historia.
Hace unos tres
días me encontraba en calidad de refugiado en mi cuarto de hotel, tomando unas
pastillas para dormir, como si fuesen dulces en un intento fallido de sentir
algo. Tomando shots de Tequila por cada ronda de benzos. Seguí así durante las
siguientes 72 horas. Con esa actitud estúpida típica del adicto, manos
sudorosas y tambaleantes, dientes teñidos de amarillo nicotina. Lejos de decir
o pensar algo coherente, sin la noción de que hora, incluso que día es. Con la
percepción diluida de lo que pasaba a mi alrededor. Y no puedo olvidar
mencionar los ojos del adicto. Un pase libre a una tierra donde puedes ser un
completo imbécil durante cualquier actividad perfectamente normal y que a nadie
le importe un bledo. Pupilas negro obsidiana, la frágil frontera entre la
lucidez y el abismo sin retorno del adicto.
Me encuentro
solo en esta habitación hotel rodeado de mi colección de estupefacientes y su
respectiva parafernalia. Lo que en un comienzo fue una exploración de los sentidos
y las capacidades ocultas de mi mente, ahora no es más que otra de las
manifestaciones de la gula. Mi fascinación por los narcóticos. ¿Qué es ese
ruido? ¿Tocan la puerta? ¿Quién interrumpe mi santuario a estas horas? Me cuesta
diferenciar esto de mis alucinaciones anteriores que se han
intensificado al paso de las horas. “¡Ese sonido de nuevo!” Dije en voz alta.
Ahora más fuerte. Me arrastro por la alfombra de la habitación que esta
empapada de lo que parece ser una mezcla de tequila y vomito, llego a la puerta
y esta se sacude con fiereza una vez más. Ahora estoy seguro que no estoy
alucinando. Hay alguien al otro lado de la puerta que demanda de mi atención.
Con la pasión de un alpinista logro alcanzar el pomo de la puerta y de el con
la fuerza precisa logro ponerme de pie. Veo por la mirilla y hay sujeto de pie
frente a la puerta.
“¿Qué pasa, quien
jode a esta hora?” Pregunte.
“Servicio a
cuarto.” Respondió.
“No he ordenado
nada, váyase.” Le dije.
“Tengo una orden
para el cuarto… Mmm… 404,” Acerco lo
que parecía ser un pedido de restaurante al otro lado de la mirilla. “ Son dos
botellas de whisky, una de tequila, doce cervezas, hielo y dos club sándwich.” Dijo el.
En ese momento
todo recobró el sentido, abrí la puerta y deje pasar al tipo, que entro
empujando un carrito equipado con las cosas que precisamente yo parecía necesitar
en aquel momento. Lo tomo por sorpresa y cambio su rostro al ver estado de
aquel cuarto. Dos pulgadas de liquido acumulados en la alfombra, una mezcla de
alcohol, hielo derretido y vomito, el colchón repleto de diminutas y
perfectamente redondas quemadas de cigarrillo y colas que apague en el colchón,
el refrigerador del mini-bar dado vuelta sobre la alfombra y lo que originalmente
fue un escritorio ahora era un urinario improvisado, botellas y vidrios rotos
regados por el suelo. Tuve que obtener
su atención rápidamente para evitar que observara más en detalle aquel terrible
caos.
“¿Eso es todo?
Le Pregunte.
“Si.” Luego me
pregunto. “¿Desea pagar ahora o cargarlo al cuarto?”
“Cargue todo al
cuarto y lárguese que estoy muy ocupado” Le respondí mientras lo empujada hacia
fuera del cuarto.
“Señor, el
carrito tengo que llevarlo conmigo” Replico.
“No es posible,
venga mañana o pasado mañana, es
probable que lo deje en el pasillo, pero esta noche es vital para mi trabajo,
ahora lárguese” Dije yo y de un portazo el tipo no pudo molestarme más.
Saque al tipo
del cuarto, cerré la puerta y me senté en el piso. Entre medio del desorden
encontré mi teléfono celular. Habían mensajes de texto sin leer pero en ese
momento no me pareció muy importante y lo deje justo donde lo encontré. Tome la
botella de tequila, saque el corcho con mis dietes y luego ingerí mis ultimas
tres pastillas con un generoso trago del néctar del agave azul.
Tres botellas de
licor y seis líneas más tarde cuando dormir parecía ser buena idea, intente
ponerme de pie, me desmaye y mi rostro que en cámara lenta se acercaba al suelo
en caída libre impacto aquella empapada alfombra. Acompañado de aquella
sensación de incertidumbre si esta vez llegaste demasiado lejos, sientes miedo
de no despertar una vez más y no ver el sol salir de nuevo.
Tengo que
largarme de este lugar.
La mañana
siguiente me despertó el teléfono del cuarto, estaba dentro del mini-bar mojado
en hielo derretido. Era Roco mi único amigo en este extraño país, mi fotógrafo.
Por supuesto que su nombre no era Roco pero el prefiere ser llamado de esa
manera y quien soy yo para contradecir como quiere el hombre que se refieran hacia
el.
“Loco, recién
hable con la oficina central, Patterson quiere tu cabeza. Me dijeron que
hiciste que la tarjeta de la agencia rebotara y no hay quien pague la cuenta
del hotel, tienes que irte a la mierda de ahí y nadie te puede ver el gerente
del hotel ha llamado o llamará muy pronto a la policía.” Me dijo.
“No te preocupes
por eso di mi seudónimo, no saben mi nombre real, tomare mis cosas y me largo,
Patterson no tendrá mi cabeza” (Patterson es el hijo de puta de mi jefe) Le
respondí.
“Tienes que
irte… no se del país o escapar…” Dijo mientras respiraba desesperadamente.
“Tranquilo
hombre, ven al hotel en una hora y espérame en el estacionamiento, se me
ocurrirá como largarme de acá” Le dije con tono autoritario. Su respiración se
calmo y me respondió mucho más calmado. “…Ahí estaré.”
Colgué el
teléfono y me dispuse a explorar lo que quedaba del desorden en mi cuarto de
hotel. Habían boletas del servicio a cuarto tiradas por el suelo entre las que
encontré sumaban más de dos mil dólares solo en licor, sin contar los daños al
cuarto y mi posición legal del país con respecto a las sustancias ilícitas que
consumí en territorio salvadoreño. Encontré mi maleta de cuero dentro de ella
estaban mis notas, mi grabador de voz, el kit de drogas y mi arma, un revolver Colt Phyton .38 Special. Recogí del
suelo los tres botellines del mini-bar que aun estaban intactos guarde uno en
cada bolsillo de mi abrigo y me tome el otro antes de salir de la habitación.
Salí del cuarto y el pasillo estaba vacío, mientras caminaba por el pasillo
tome un muffin de una bandeja de
desayuno que estaba afuera en el piso frente
a la puerta de un cuarto. Llegue hasta los elevadores y monte guardia
vigilando que nadie me observara, cuando escucho la campanilla del elevador y
se abren las puertas y veo que dentro del elevador esta el mismo sujeto del
servicio al cuarto empujando un carrito con comida.
“¡Tu otra vez!”
Grite con mucha fuerza.
Y el tipo pego
un brinco y respondió. “Usted el que jodió el cuarto, lo van a venir a buscar
de la gerencia de eso están hablando y cuando lo encuentren…”
Sin dejarlo
terminar su frase saque mi revolver y le apunte, su rostro se transfiguro de
hombre a una pequeña criaturilla miedosa. Se quedo paralizado sin poder hablar.
“¡Decime una vez
más hijo de puta que alguien me va a venir a buscar, una vez más cabrón y te juro
que te hago otro hoyo para respirar” Mientras sacudía el arma en su cara le
dije.
El no pudo
hablar más, entre al elevador y presione el botón hacia el subterráneo. Durante
el recorrido hacia abajo el temblaba y hablaba muy suave suplicando que no le
hiciera daño.
“Por favor,
tengo dos pequeños…” y comenzó el llanto. “… no me mate, se lo ruego.”
“Solo necesito
que te dejes de chillar por la puta y me digas, ¿Hay alguien esperándome abajo?
O ¿Es seguro salir? Le puse el revolver contra su sien y quedo marcada en su
piel la letal circunferencia del cañón.
“Están los
guardias del hotel nomás, pero la policía está por venir, saben que cometió
fraude que se registro con otro nombre…”
“¡Hijos de puta,
tuviste que haber hablado vos! Lo amenacé con el arma.
Saque del
bolsillo izquierdo de mi abrigo uno de los botellines del mini-bar y lo bebí de
un trago, guarde mi revolver en el bolsillo y las puertas del elevador se abrieron.
“Actúa natural o
te metro tres tiros en la cabeza” Le dije mientras lo empujaba fuera del
elevador.
“ Por favor no
me mate” Dijo asustado chillando.
Salimos del
elevador, y no había nadie en el pasillo. Habían dos direcciones hacia el
pasillo o el bar en el patio al lado de la piscina y como faltaba al menos 20
minutos antes que llegara Roco, se me ocurrió quitarle el uniforme al camarero.
Entre que encontré un lugar completamente solo en el patio y a punta de pistola
el tipo me dio su uniforme y me puse su chaqueta, todo este tiempo sin saber
que mi revolver nunca estuvo cargado.
“Vos me vas a
ayudar a salir de aquí” Dije yo. “… y si me tengo que ir preso o me matan a
balazos te venís conmigo.”
“Señor yo lo
ayudo en lo que sea pero por favor no me dispare, no me mate por favor”
Mientras seguía en shock.
De pronto siento
mi cabeza muy ligera, siento diferente el espacio que me rodea. ¿Qué me pasa?
¿Sigo alucinando? Es ese momento cuando realizo que soy un tipo que esta
endeudado hasta el cuello con una cuenta de hotel, tratando de escapar de ahí
con un rehén a punta de pistola. La paranoia se apodera de mi ser. Veo a través
de las paredes de cristal del pasillo de los elevadores a tres hombres con
ropas formales, armados hasta los dientes corriendo dirección hacia nosotros.
Justo en ese momento llega un mensaje de texto a mi teléfono, es de Roco.
“Oye cabrón
estoy fuera del hotel, en la calle del frente, con el auto en marcha…”
Guarde el
teléfono en mi bolsillo y de mi maleta de cuero de el saque dos balas y cargue
mi revolver. Escucho personas corriendo por los pasillos, esto es serio ahora.
Observo a mi rehén que dice…
“De esta no te
salvas las cámaras te vieron, te vas a ir preso”
“Cual es tu
nombre” le pregunte.
“Luis” Responde
con voz calma.
“Esta bien Luis,
antes que nada creo que estuviste en el lugar y tiempo equivocado. Habiendo
dicho eso, el plan es el siguiente. Te dejaré en libertad, saldremos corriendo
hacia el vestíbulo, una vez ahí tu correrás hacia las habitaciones y yo a la
salida. Después de eso serás libre de abrazar a tus hijos..:” El me
interrumpió.
“Lo que quieres
es confundirlos para salir corriendo…” Se pone mi chaqueta. “… y así te vas, te
escapas y todos contentos ¿y si me disparan?” me pregunto.
“Eso no lo sé,
podrían dispararme a mi. ¡Ahora corre a la cuenta de tres!” Le dije. “¿Listo?
Uno… dos… tres…!”
Mi gran fínale.
Recuerdo que al
correr, lo único que pensaba era que estaba a unos pasos de la puerta, a unos
pasos de saltar al auto y largarme a toda velocidad de este país… Mientras
corría por el vestíbulo nos vieron los guardias del hotel y gritaron que
paráramos, Luis el camarero si tiro al suelo y grito con todas sus fuerzas…
“¡Dispárenle,
dispárenle a ese hijo de puta” un grito desgarrador.
Nunca había
escuchado a alguien gritar tan fuerte en mi vida. Lo siguiente fueron los
disparos que no podía ver, solo escuchar y sentir pasar al lado mío. Cuando al
fin salí por la puerta principal vi aquel auto de Roco ese el chevy caprice
rojo. Corría y veía todo en algo similar a una cámara lenta como en las
películas cuando de pronto un dolor punzante invade mi cuerpo, siento que mi
espalda esta en llamas, un dolor que nunca había sentido, nuevo para mi. Veo un
destello muy brillante y una vez más, otra vez siento este dolor desconocido.
Cuando gane la conciencia de nuevo,
estaba viendo el cielo. Como se mueven las nubes todo se ve distinto, más
oscuro y ya no duele mas mi cuerpo. Siento la textura del asfalto, estoy
tendido en el suelo. Logro tener la fuerza suficiente para mover mi cabeza y
cuando veo mis manos cubiertas de rojo espeso comprendo lo que sucede…
Esto se salió de
control, este será mi fin.
“¿Realmente esta
pasando esto? ¿Es un sueño? O ¿Es otra de mis alucinaciones?”
FIN
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