Saturday, November 24, 2012

¿Acaso es otra de mis alucinaciones?




Tequila y dulces para morir.
San Salvador, El Salvador. Marzo 2001

Mi nombre es Raúl Acosta, soy periodista o al menos hay un titulo polvoriento colgado en alguna pared que afirma que lo soy. Solía trabajar para AP como corresponsal en centro américa. En mi ultima misión me quede varado en El Salvador en el corazón del Istmo, esta es mi historia.

Hace unos tres días me encontraba en calidad de refugiado en mi cuarto de hotel, tomando unas pastillas para dormir, como si fuesen dulces en un intento fallido de sentir algo. Tomando shots de Tequila por cada ronda de benzos. Seguí así durante las siguientes 72 horas. Con esa actitud estúpida típica del adicto, manos sudorosas y tambaleantes, dientes teñidos de amarillo nicotina. Lejos de decir o pensar algo coherente, sin la noción de que hora, incluso que día es. Con la percepción diluida de lo que pasaba a mi alrededor. Y no puedo olvidar mencionar los ojos del adicto. Un pase libre a una tierra donde puedes ser un completo imbécil durante cualquier actividad perfectamente normal y que a nadie le importe un bledo. Pupilas negro obsidiana, la frágil frontera entre la lucidez y el abismo sin retorno del adicto.

Me encuentro solo en esta habitación hotel rodeado de mi colección de estupefacientes y su respectiva parafernalia. Lo que en un comienzo fue una exploración de los sentidos y las capacidades ocultas de mi mente, ahora no es más que otra de las manifestaciones de la gula. Mi fascinación por los narcóticos. ¿Qué es ese ruido? ¿Tocan la puerta? ¿Quién interrumpe mi santuario a estas horas? Me cuesta diferenciar esto de mis alucinaciones anteriores que se han intensificado al paso de las horas. “¡Ese sonido de nuevo!” Dije en voz alta. Ahora más fuerte. Me arrastro por la alfombra de la habitación que esta empapada de lo que parece ser una mezcla de tequila y vomito, llego a la puerta y esta se sacude con fiereza una vez más. Ahora estoy seguro que no estoy alucinando. Hay alguien al otro lado de la puerta que demanda de mi atención. Con la pasión de un alpinista logro alcanzar el pomo de la puerta y de el con la fuerza precisa logro ponerme de pie. Veo por la mirilla y hay sujeto de pie frente a la puerta.

“¿Qué pasa, quien jode a esta hora?” Pregunte.
“Servicio a cuarto.” Respondió.
“No he ordenado nada, váyase.” Le dije.
“Tengo una orden para el cuarto… Mmm… 404,” Acerco lo que parecía ser un pedido de restaurante al otro lado de la mirilla. “ Son dos botellas de whisky, una de tequila, doce cervezas, hielo y dos club sándwich.” Dijo el.

En ese momento todo recobró el sentido, abrí la puerta y deje pasar al tipo, que entro empujando un carrito equipado con las cosas que precisamente yo parecía necesitar en aquel momento. Lo tomo por sorpresa y cambio su rostro al ver estado de aquel cuarto. Dos pulgadas de liquido acumulados en la alfombra, una mezcla de alcohol, hielo derretido y vomito, el colchón repleto de diminutas y perfectamente redondas quemadas de cigarrillo y colas que apague en el colchón, el refrigerador del mini-bar dado vuelta sobre la alfombra y lo que originalmente fue un escritorio ahora era un urinario improvisado, botellas y vidrios rotos regados por el suelo.  Tuve que obtener su atención rápidamente para evitar que observara más en detalle aquel terrible caos.

“¿Eso es todo? Le Pregunte.
“Si.” Luego me pregunto. “¿Desea pagar ahora o cargarlo al cuarto?”
“Cargue todo al cuarto y lárguese que estoy muy ocupado” Le respondí mientras lo empujada hacia fuera del cuarto.
“Señor, el carrito tengo que llevarlo conmigo” Replico.
“No es posible, venga mañana  o pasado mañana, es probable que lo deje en el pasillo, pero esta noche es vital para mi trabajo, ahora lárguese” Dije yo y de un portazo el tipo no pudo molestarme más.

Saque al tipo del cuarto, cerré la puerta y me senté en el piso. Entre medio del desorden encontré mi teléfono celular. Habían mensajes de texto sin leer pero en ese momento no me pareció muy importante y lo deje justo donde lo encontré. Tome la botella de tequila, saque el corcho con mis dietes y luego ingerí mis ultimas tres pastillas con un generoso trago del néctar del agave azul.

Tres botellas de licor y seis líneas más tarde cuando dormir parecía ser buena idea, intente ponerme de pie, me desmaye y mi rostro que en cámara lenta se acercaba al suelo en caída libre impacto aquella empapada alfombra. Acompañado de aquella sensación de incertidumbre si esta vez llegaste demasiado lejos, sientes miedo de no despertar una vez más y no ver el sol salir de nuevo.

Tengo que largarme de este lugar.

La mañana siguiente me despertó el teléfono del cuarto, estaba dentro del mini-bar mojado en hielo derretido. Era Roco mi único amigo en este extraño país, mi fotógrafo. Por supuesto que su nombre no era Roco pero el prefiere ser llamado de esa manera y quien soy yo para contradecir como quiere el hombre que se refieran hacia el.

“Loco, recién hable con la oficina central, Patterson quiere tu cabeza. Me dijeron que hiciste que la tarjeta de la agencia rebotara y no hay quien pague la cuenta del hotel, tienes que irte a la mierda de ahí y nadie te puede ver el gerente del hotel ha llamado o llamará muy pronto a la policía.” Me dijo.
“No te preocupes por eso di mi seudónimo, no saben mi nombre real, tomare mis cosas y me largo, Patterson no tendrá mi cabeza” (Patterson es el hijo de puta de mi jefe) Le respondí.
“Tienes que irte… no se del país o escapar…” Dijo mientras respiraba desesperadamente.
“Tranquilo hombre, ven al hotel en una hora y espérame en el estacionamiento, se me ocurrirá como largarme de acá” Le dije con tono autoritario. Su respiración se calmo y me respondió mucho más calmado. “…Ahí estaré.”

Colgué el teléfono y me dispuse a explorar lo que quedaba del desorden en mi cuarto de hotel. Habían boletas del servicio a cuarto tiradas por el suelo entre las que encontré sumaban más de dos mil dólares solo en licor, sin contar los daños al cuarto y mi posición legal del país con respecto a las sustancias ilícitas que consumí en territorio salvadoreño. Encontré mi maleta de cuero dentro de ella estaban mis notas, mi grabador de voz, el kit de drogas y mi arma, un revolver Colt Phyton .38 Special. Recogí del suelo los tres botellines del mini-bar que aun estaban intactos guarde uno en cada bolsillo de mi abrigo y me tome el otro antes de salir de la habitación. Salí del cuarto y el pasillo estaba vacío, mientras caminaba por el pasillo tome un muffin de una bandeja de desayuno que estaba afuera en el piso frente  a la puerta de un cuarto. Llegue hasta los elevadores y monte guardia vigilando que nadie me observara, cuando escucho la campanilla del elevador y se abren las puertas y veo que dentro del elevador esta el mismo sujeto del servicio al cuarto empujando un carrito con comida.

“¡Tu otra vez!” Grite con mucha fuerza.
Y el tipo pego un brinco y respondió. “Usted el que jodió el cuarto, lo van a venir a buscar de la gerencia de eso están hablando y cuando lo encuentren…”

Sin dejarlo terminar su frase saque mi revolver y le apunte, su rostro se transfiguro de hombre a una pequeña criaturilla miedosa. Se quedo paralizado sin poder hablar.

“¡Decime una vez más hijo de puta que alguien me va a venir a buscar, una vez más cabrón y te juro que te hago otro hoyo para respirar” Mientras sacudía el arma en su cara le dije.

El no pudo hablar más, entre al elevador y presione el botón hacia el subterráneo. Durante el recorrido hacia abajo el temblaba y hablaba muy suave suplicando que no le hiciera daño.

“Por favor, tengo dos pequeños…” y comenzó el llanto. “… no me mate, se lo ruego.”
“Solo necesito que te dejes de chillar por la puta y me digas, ¿Hay alguien esperándome abajo? O ¿Es seguro salir? Le puse el revolver contra su sien y quedo marcada en su piel la letal circunferencia del cañón.
“Están los guardias del hotel nomás, pero la policía está por venir, saben que cometió fraude que se registro con otro nombre…”
“¡Hijos de puta, tuviste que haber hablado vos! Lo amenacé con el arma.

Saque del bolsillo izquierdo de mi abrigo uno de los botellines del mini-bar y lo bebí de un trago, guarde mi revolver en el bolsillo y las puertas del elevador se abrieron.

“Actúa natural o te metro tres tiros en la cabeza” Le dije mientras lo empujaba fuera del elevador.
“ Por favor no me mate” Dijo asustado chillando.

Salimos del elevador, y no había nadie en el pasillo. Habían dos direcciones hacia el pasillo o el bar en el patio al lado de la piscina y como faltaba al menos 20 minutos antes que llegara Roco, se me ocurrió quitarle el uniforme al camarero. Entre que encontré un lugar completamente solo en el patio y a punta de pistola el tipo me dio su uniforme y me puse su chaqueta, todo este tiempo sin saber que mi revolver nunca estuvo cargado.

“Vos me vas a ayudar a salir de aquí” Dije yo. “… y si me tengo que ir preso o me matan a balazos te venís conmigo.”
“Señor yo lo ayudo en lo que sea pero por favor no me dispare, no me mate por favor” Mientras seguía en shock.

De pronto siento mi cabeza muy ligera, siento diferente el espacio que me rodea. ¿Qué me pasa? ¿Sigo alucinando? Es ese momento cuando realizo que soy un tipo que esta endeudado hasta el cuello con una cuenta de hotel, tratando de escapar de ahí con un rehén a punta de pistola. La paranoia se apodera de mi ser. Veo a través de las paredes de cristal del pasillo de los elevadores a tres hombres con ropas formales, armados hasta los dientes corriendo dirección hacia nosotros. Justo en ese momento llega un mensaje de texto a mi teléfono, es de Roco.

“Oye cabrón estoy fuera del hotel, en la calle del frente, con el auto en marcha…”

Guarde el teléfono en mi bolsillo y de mi maleta de cuero de el saque dos balas y cargue mi revolver. Escucho personas corriendo por los pasillos, esto es serio ahora. Observo a mi rehén que dice…

“De esta no te salvas las cámaras te vieron, te vas a ir preso”
“Cual es tu nombre” le pregunte.
“Luis” Responde con voz calma.
“Esta bien Luis, antes que nada creo que estuviste en el lugar y tiempo equivocado. Habiendo dicho eso, el plan es el siguiente. Te dejaré en libertad, saldremos corriendo hacia el vestíbulo, una vez ahí tu correrás hacia las habitaciones y yo a la salida. Después de eso serás libre de abrazar a tus hijos..:” El me interrumpió.
“Lo que quieres es confundirlos para salir corriendo…” Se pone mi chaqueta. “… y así te vas, te escapas y todos contentos ¿y si me disparan?” me pregunto.
“Eso no lo sé, podrían dispararme a mi. ¡Ahora corre a la cuenta de tres!” Le dije. “¿Listo? Uno… dos… tres…!”



Mi gran fínale.

Recuerdo que al correr, lo único que pensaba era que estaba a unos pasos de la puerta, a unos pasos de saltar al auto y largarme a toda velocidad de este país… Mientras corría por el vestíbulo nos vieron los guardias del hotel y gritaron que paráramos, Luis el camarero si tiro al suelo y grito con todas sus fuerzas…

“¡Dispárenle, dispárenle a ese hijo de puta” un grito desgarrador.

Nunca había escuchado a alguien gritar tan fuerte en mi vida. Lo siguiente fueron los disparos que no podía ver, solo escuchar y sentir pasar al lado mío. Cuando al fin salí por la puerta principal vi aquel auto de Roco ese el chevy caprice rojo. Corría y veía todo en algo similar a una cámara lenta como en las películas cuando de pronto un dolor punzante invade mi cuerpo, siento que mi espalda esta en llamas, un dolor que nunca había sentido, nuevo para mi. Veo un destello muy brillante y una vez más, otra vez siento este dolor desconocido. Cuando gane la conciencia  de nuevo, estaba viendo el cielo. Como se mueven las nubes todo se ve distinto, más oscuro y ya no duele mas mi cuerpo. Siento la textura del asfalto, estoy tendido en el suelo. Logro tener la fuerza suficiente para mover mi cabeza y cuando veo mis manos cubiertas de rojo espeso comprendo lo que sucede…

Esto se salió de control, este será mi fin.

“¿Realmente esta pasando esto? ¿Es un sueño? O ¿Es otra de mis alucinaciones?”



FIN